por Norberto Ferrer

Tanto en el campo de la terapéutica como en el del conocimiento, el Psicoanálisis promueve el encuentro y la obtención de un saber inédito. Un saber que interroga y cuestiona las «verdades intocables» del sujeto singular, así como las de la Filosofía, la Sociología, la Religión, el Arte, la Literatura, etc.
El Psicoanálisis aporta luz al sujeto para afrontar el malestar actual en la civilización, que atenta gravemente contra los pensamientos, los sentimientos, la creatividad y el deseo particular de cada mujer y de cada hombre. Dicho malestar empuja o bien a ser activista ciego en las filas de una robotización tecnocrática que anula al sujeto humano (con adicciones diversas y «soluciones farmacológicas para todo»), o a abrazar ideales fundamentalistas (políticos, religiosos, económicos, etc.), siempre alienantes.
El tratamiento psicoanalítico –la cura por la palabra– otorga un amplio margen de libertad al sujeto que padece, cautivo y desconcertado hasta entonces por un sufrimiento mortificante, insistente y repetido que oprime y limita su vida.
Descubrir lo que se ignora de uno mismo –ya que es inconsciente– permite saber y asumir, con respeto y dignidad, esas carencias y verdades que marcan y determinan nuestra historia, así como modificar las relaciones fallidas o fracasadas con los otros.
Quien se pregunta por el motivo de su padecer y puede hacer el trabajo de un análisis, en un viaje al interior de lo que cree ser, va dejando por el camino las respuestas limitativas y engañosas, como: «Es mi destino», «yo soy así», «es mi carácter», «no puedo cambiar», «es mi camino de espinas», «nadie me entiende». Abandonará entonces la creencia en su «cruel destino» de repeticiones inapelables, cambiando con valentía esa reiteración dolorosa –aunque conocida– por una vida deseante, alegre y constructiva.
(Texto de presentación de la Jornada «Efectos terapéuticos del tratamiento psicoanalítico», realizada en Barcelona en febrero 2010)