Irma Bouyat entrevista a Laura Vaccarezza

Entrevista a Laura Vaccarezza

REALIZADA EN LAS XXVIII JORNADAS DE CLÍNICA PSICOANALÍTICA[1]

Irma Bouyat entrevista a Laura Vaccarezza, psicoanalista y miembro co-fundador de Apertura.

En palabras llanas y para que todo el mundo pueda entendernos, ¿podría explicarnos la esencia del psicoanálisis?

Laura Vaccarezza:En mi opinión el psicoanálisis es la escucha de un Sujeto que sufre. No se trata de darle fórmulas o ejercicios, no se trata de una terapia, es algo diferente; se pueden hacer otras cosas que también aportan beneficios, pero el psicoanálisis ayuda al Sujeto a encontrar la causa de su sufrimiento. Sin ser dirigido, sin buscar que las soluciones las aporte el analista, el Sujeto podrá encontrar y escuchar su propio deseo; así podrá renunciar al sufrimiento, a los significantes y a los dichos que han marcado su historia y que le han hecho sentirse sujetado al discurso familiar y social; podrá diferenciarse y hacer algo con eso. No se trata de conseguir absolutamente todo lo que uno se propone sino de aliviar el dolor, el sufrimiento, permitiéndole hacer las cosas que desee hacer en la vida sin que sus síntomas se lo impidan. Es un trabajo que lleva tiempo porque tiene que ver con el inconsciente, que a veces es rápido y otras es lento. Desde el momento en que comienza una cura, la persona que entra en análisis, por el solo hecho de hablar, despejar los significantes y las cuestiones históricas que lo han cristalizado como ”tú eres así, tú nunca podrás”, cuestionando esos oráculos familiares, podrá aligerarse y encontrar cierto movimiento y posibilidad de liberarse de eso que lo constriñe. Esto no quiere decir que sea el final del análisis, ya que no todo el mundo necesita llegar hasta ahí pero, en cualquier caso, tiene efectos terapéuticos. La persona que está en análisis decide hasta dónde quiere llegar y, a lo mejor, con el tiempo, puede que vuelva a revisar otras cuestiones o avatares de la vida que lo pongan en cuestión.

Hoy —en estas XXVIII Jornadas de Clínica Psicoanalítica, dedicadas al tema: Feminismo, Patriarcado. Sus efectos— se ha hablado de “un padre, de un rey decapitado” en contraposición con el capitalismo. ¿Dónde podríamos pensar que se sitúan actualmente la mujer y el hombre, ese mismo individuo ahora “decapitado” y que ha creado el sistema en el que vivimos, basado en patrones de poder? ¿Podríamos afirmar que el hombre y la mujer, los Sujetos estamos en peligro?

Laura Vaccarezza: En este momento la mujer y el hombre son víctimas del aplastamiento del deseo. En nuestra sociedad actual se ofrecen objetos para todo: tienes que ser feliz y te puedes comprar cualquier cosa, por internet o donde sea…, siempre hay algo que te va a calmar, siempre hay algo que te hacen sentir que necesitas, y estos objetos te los brinda el capitalismo. Paradójicamente la gente acude más a análisis; los motivos pueden ser por depresión (ya que esos objetos no le satisfacen ni le calman), por crisis de ansiedad (porque no logran cumplir los objetivos que se les plantea en el trabajo, por ejemplo). Las mujeres jóvenes, de entre veinte y treinta años, vienen a consultarme porque su pareja les pega, aunque parecía que el microfeminismo y el aplastamiento del patriarcado había favorecido que la mujer encontrase su lugar. Insisto en plantear la cuestión de la subjetividad porque el maltrato no es solo una cuestión social, cada Sujeto actúa subjetivamente, uno puede sentir que tiene que ser pegado por algo de su historia, y otro se revela e incluso agrede. Yo me pregunto a qué apela la frase que se escucha actualmente: “Cuando él me pega, yo me callo, me calmo”. ¿Hablamos de una Función Paterna fallida, de un masoquismo femenino, de un sacrificio? ¿Qué se supone que es un hombre, qué se supone que es una mujer frente a él, qué lugar le concede la mujer al hombre para que se suponga que, si éste le pega, eso está bien? Surgen muchas preguntas.

¿Qué le parecen estas XXVIII Jornadas de Clínica Psicoanalítica?

Laura Vaccarezza: Valoro mucho estas jornadas porque desde Apertura surgió la idea y hemos sido los fundadores. Es un modo de hacer saber lo que hacen los psicoanalistas, de interconectar a las asociaciones, algo que no ocurría en España, y de hablar de la clínica, más allá de estudiar y analizar los textos de Freud y de Lacan. Con estas jornadas buscamos un encuentro y una confrontación que tenga que ver con el trabajo que hacemos y con cómo cada uno se las arregla con la cura y con su quehacer.

 


[1] Entrevistas realizadas a diversos psicoanalistas con ocasión de las XXVIII Jornadas de clínica psicoanalítica: "Feminismo, patriarcado. Sus efectos".  Realización de los videos: Carlos Lázaro, Irma Bouyat. Transcripción a texto: Irma Bouyat. Revisión del texto: Lidia Ortiz.
Pueden verse  en el canal de Youtube de Apertura.

 


¿Qué es el psicoanálisis? Irma Bouyat entrevista a Norberto Ferrer

Norberto Ferrer nos dice qué es el psicoanálisis

ENTREVISTAS REALIZADAS EN BARCELONA, CON OCASIÓN DE LAS XXVIII JORNADAS DE CLÍNICA PSICOANALÍTICA[1] : FEMINISMO, PATRIARCADO. SUS EFECTOS

Irma Bouyat entrevista a Norberto Ferrer, Psicoanalista, escritor y miembro co-fundador de Apertura, y de Acto Barcelona, entidad organizadora de esta XXVIII edición de las Jornadas de Clínica Psicoanalítica. La entrevista puede verse en video en el canal de Youtube de Apertura.

 

En palabras llanas y para que todo el mundo pueda entendernos, ¿podría explicarnos la esencia del psicoanálisis?

 

Norberto Ferrer:
Un psicoanálisis es principalmente la práctica de un viaje al interior de uno mismo, de lo que uno cree ser y que, a posteriori, en el transcurso de dicho psicoanálisis, le hace darse cuenta de que lo que creía ser, ya no es. Entonces ¿qué es? En ese lugar aparece todo lo demás, por ejemplo, el deseo inconsciente. Durante un análisis hay un cambio de la posición subjetiva del analizante, del sujeto, donde cambian sus posiciones de goce, donde acepta mejor su sufrimiento y puede transformarlo en bienestar y en placer; de esta forma, el Sujeto hace mejor sus elecciones de amistad, de trabajo, de pareja etc… y el deseo puede ser liberado de sus ataduras a los otros (los primeros otros son los padres); en esto consiste un análisis.

 

Hoy —en estas XXVIII Jornadas de Clínica Psicoanalítica, dedicadas al tema: Feminismo, Patriarcado. Sus efectos— se ha hablado de “un padre, de un rey decapitado” en contraposición con el capitalismo. ¿Dónde podríamos pensar que se sitúan actualmente la mujer y el hombre, ese mismo individuo ahora “decapitado” y que ha creado el sistema en el que vivimos, basado en patrones de poder? ¿Podríamos afirmar que el hombre y la mujer, los Sujetos estamos en peligro?

 

Norberto Ferrer:
El Sujeto está aplastado, gracias al discurso capitalista, hoy se ha hablado de “decapitalismo”… En ese aspecto, los síntomas del inconsciente del hombre, de la mujer, del Sujeto, resurgen y permiten salir de ese aplastamiento; parece paradójico pero los síntomas nos salvan de la desaparición subjetiva, de morir subjetivamente.

 

¿Qué le parecen estas XXVIII Jornadas de Clínica Psicoanalítica?

 

Norberto Ferrer:
Me parecen muy bien porque ya, desde las primeras ponencias, se han planteado todos los temas importantes del psicoanálisis y, sobre todo, el tema de la función paterna y del lugar femenino.

 


[1] Entrevistas realizadas a diversos psicoanalistas con ocasión de las XXVIII Jornadas de Clínica Psicoanalítica, celebradas en Barcelona. Realización de los videos: Carlos Lázaro, Irma Bouyat. Transcripción a texto: Irma Bouyat. Revisión del texto: Lidia Ortiz.
Pueden verse en el canal de Youtube de Apertura

 


XXVIII. Feminismo, patriarcado. Sus efectos

XXVIII. FEMINISMO, PATRIARCADO. SUS EFECTOS

SUMARIO: Introducción, Norberto Ferrer. Siguiendo el sendero, Francisca Irañeta. El patriarcado en los tiempos postedípicos, Néstor Braunstein. “PF…”, Roque Hernández. La mitad que nos falta, Norberto Ferrer. ¿Hay algún psicoanalista en el avión? Robert Levy. Elucubraciones, Guillermo de Lazcano. Una apuesta por lo singular, Mirta Eiroa. ¿Por qué rechazar la igualdad?, Laura Vaccarezza. El hombre que teme perder recela de la luna, Vicente Montero. La mayusculización del entorno: otra monserga, . Soy financiera, María Cruz Estada y Paz Sánchez. Sobre la frontera política, Montserrat Rodríguez. Mujeres e identidad en la sociedad plural, Mercè Altimir. Patriarcado y feminismo entienden, Ángeles Palacio. Por primera vez sentí el amor de un padre, Carolina Yegros. Cuando la homosexualidad ocupa el lugar de un nombre propio, Cristina Catalá. Entrevista: ¿Qué es el psicoanálisis?, Irma Bouyat. Sumarios de las Jornadas realizadas y publicadas. (212 pág.) Disponible en papel y en formato electrónico.
ISBN libro impreso: 978-84-09-19446-9
ISBN libro electrónico epub: 978-84-09-19447-6

 


Estetizaciones y otras píldoras II. Montserrat Rodríguez Garzo

En “Estetizaciones y otras píldoras, I” la pregunta “¿Qué es la subjetividad?” aparece una vez entre dos que, en cierto modo, interrogan los fundamentos de la psiquiatría “¿Qué podemos decir de la articulación mente y cerebro?” y “¿Qué conocimiento tenemos de las quimioterapias psiquiátricas?” Por último, y a efectos de articular esta reflexión, señalaremos que “la materia prima” del hilo de la repetición se hace con los efectos de la experiencia estética y con sus usos, asunto que de manera implícita está entre las preguntas.

Capitalismo cognitivo es una denominación con la que los teóricos de la sociopolítica presentan las coordenadas que definen la creación de riqueza en los modos actuales de producción capitalista, formas que articulan eficazmente la producción inmaterial, cognitiva y estética, con la material siendo la primera la fuerza de trabajo que alimenta la expansión de la segunda enriqueciendo la plusvalía con aquéllos elementos intangibles que aumentan la productividad. En esta modalidad del capitalismo se ponen en valor aquellas producciones que las formas clásicas del capitalismo no consideraba objeto de explotación: los modos que constituyen las dinámicas de las comunidades y que abarcan desde los servicios (fundamentalmente salud, educación y ocio) a la alimentación, atravesados por una infinitud de prácticas vinculadas a esos modos de vida. Esta expansión de los modos, de las prácticas, no está regulada por representación alguna; está sometida a la inmediatez que resulta de la inconsistencia de los vínculos sociales, al vacío de significación propio de una estética del vacío[1], base de un vínculo social que se representa entre sensibilidades, afectos y emociones siendo estas experiencias las que configuran los modos de relación, sin amarre simbólico que las re-presente. Lipovetsky y Serroy[2] denominan estos modos sociales “capitalismo estético”, formas efímeras del lazo social que tienen la consistencia de las lógicas del consumo. Y todo esto, sin que se altere el sistema.

La valoración extraordinaria de la producción de conocimientos se hace lugar en los referentes teóricos que sostienen las tesis de los mercados del capitalismo financiero, siendo la industria farmacológica[3] el sector que realmente se activa con estos usos. La farmacología psiquiátrica es el paradigma de esta relación. Su historia reciente, vinculada a los orígenes de la guerra fría, da a ver las causas y el curso de la medicalización del sufrimiento con la consiguiente cronificación derivada de la aplicación de los correctivos químicos avalados por un diagnóstico. Así es. Al mismo tiempo, estas prácticas se aseguran la expansión del mercado abriendo el campo de las patologías que pudieran resultar de los efectos secundarios del medicamento.

Del malestar a la enfermedad pasando por la industria, claro. No es lo mismo ser un loco que ser un sujeto que cumple con las condiciones necesarias para presentarlo ante el aval de la ciencia como enfermo, aunque pierda en buena medida su condición de ser humano, de ser sujeto de derechos y obligaciones. De ser sujeto responsable, en el sentido literal del término; de responder a una subjetividad que no es otra cosa que los modos en que los seres hablantes se sujetan al lenguaje.

La locura, “lejos de ser un insulto para la libertad, es su más fiel compañera; sigue su movimiento como una sombra. Y al ser del hombre no solo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad” 5. Lacan habla así de lo normal, de la norma de todo ser hablante que es la falta de conexión entre lo real, lo simbólico y lo imaginario, desconexión inicial en la que la criatura humana llega al mundo. Si decimos “llegar al mundo” estamos hablando de los hechos del lenguaje, de lo que constituye sus distintas realidades o realizaciones en el Otro.

Para el psicoanálisis la subjetividad es del sujeto, más allá o más acá de las relaciones de poder y saber entre sujetos u otras instancias y de lo que otros discursos plantean como prácticas de la subjetividad, resultado de las construcciones de la historia y de las estrategias del poder. El sujeto para el psicoanálisis no es ajeno a la experiencia de lo real, por lo que la definición foucaltiana del sujeto como lugar causado por una función incesantemente modificable lo aparta de la definición del sujeto lacaniano. Foucault al apartar lo real en la construcción del sujeto propone un sujeto que dispone absolutamente de la construcción de su subjetividad, prescindiendo de la dimensión formativa del acontecimiento, del encuentro del sujeto con el goce, con lo real; plantea un sujeto ideal que dispone de su construcción. Lacan plantea el sujeto como sujeto del deseo, enganchado a lo indeterminable y causado por lo faltante, derivado de la estructura que lo predetermina y Foucault propone un sujeto efecto de las distintas sujeciones al biopoder y al margen de la pulsión de muerte. Esperanzador, sí. Pero imposible. Así, cada ser hablante hace con los pragmatismos según su constitución subjetiva, con lo que lo conforma como sujeto del deseo o de lo que pueda venir a ese lugar.

Las derivas contemporáneas de la psiquiatría biologicista ensanchan las vías sociales de la incapacitación y el campo de las nomenclaturas que establecen un diagnóstico cada vez más “rico en matices”, aunque esa certeza matizada pueda desaparecer de un plumazo en el momento en el que haya un giro económico y el fármaco adecuado deje de producir el beneficio necesario. Lo podemos ver en los históricos vaivenes del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) que curiosamente se origina en 1948 y se publica en 1952: aparecen y desaparecen categorías clínicas en función de factores sociológicos y económicos, y el vocabulario se va reajustando para evitar la evocación freudiana en la nosografía, asentándose el retroceso a las posiciones neokraepelinianas fundadas en la concepción científico-natural, taxonómica, de la enfermedad mental: a falta de una base orgánica, una base clasificatoria.

A partir de la publicación del DSM-I empieza a ser sencillo observar el paralelismo entre los movimientos de la nomenclatura patológica y sus incrementos y el lugar que la industria farmacéutica tiene en el mercado. A partir del DSM-V, el desmembramiento de las entidades clínicas es tal que “podría crear decenas de millones de nuevos y mal identificados pacientes “falsos positivos” exacerbando así, en alto grado, los problemas causados por un ya demasiado inclusivo DSM-IV. Habría excesivos tratamientos masivos con medicaciones innecesarias, caras, y a menudo bastante dañinas. El DSM-V aparece promoviendo lo que más hemos temido: la inclusión de muchas variantes normales bajo la rúbrica de enfermedad mental, con el resultado de que el concepto central de “trastorno mental” resulta enormemente indeterminado”[4]. Esta indeterminación no es ajena a lo que hemos referido como falta de representación en los modos sociales actuales, lo que define las pautas del capitalismo cognitivo o del “capitalismo estético”, enunciaciones que dicen del mismo discurso, el del capitalismo tardío y su formación princeps: la sociedad de control, precisamente expuesta por Deleuze[5] cuando determinando el ámbito de la responsabilidad de esta industria y las actualizaciones de los mecanismos de dominación, dice: “Los ministros competentes no han dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que a un plazo más o menos largo, estas instituciones están terminadas. Sólo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias (...) No cabe responsabilizar de ello a las producciones farmacéuticas, a los enclaves nucleares o a las manipulaciones genéticas, aunque estén destinadas a intervenir en el nuevo proceso (...) Por ejemplo, en la crisis del hospital como lugar de encierro, la sectorización, los hospitales de día, la atención a domicilio pudieron marcar al principio nuevas libertades, pero participan también de mecanismos de control que rivalizan con los más duros encierros. No hay lugar para el temor ni para la esperanza, se trata de buscar nuevas armas (...)”.

Todo se afloja, bajo control. Cualquier manifestación visual, gráfico – plástica, sonora, volumétrica o etc., se puede considerar artística; cualquier intento de adiestramiento educativo o acercamiento químico a tratar el sufrimiento se considera terapéutico, confundiendo incomodidad con enfermedad; cualquier exposición ordenada de ideas sobre el pensamiento del Otro, es filosófico... Hoy cualquier subjetividad representa la fugacidad de lo comunitario a venir, comunidades diluidas en una época en la que el sujeto se desvanece entre estímulo y estímulo, en el cauce de la acción de consumir. Cualquier subjetividad lo representa, con independencia de su ley moral. Cerramos con un fragmento de “Un poder hacer impotente”, reflexión de un artista, Javier Codesal, invitado por el Hospital de Dénia a participar en un proyecto que trata de articular arte-enfermedad: “Fui invitado generosamente a recorrer el lugar, a acceder a profesionales y enfermos y, sin embargo, me retiraba continuamente a mi habitación para dibujar. Dibujé obsesivamente una sola cosa, el nombre de la hepatitis C, que era el tema que se me había propuesto. Por supuesto, nunca hubiera llegado a lo mismo de haberme dedicado a dibujar en mi casa. Pero me llama la atención que, teniendo a mano unas facilidades inmejorables para acceder a la escena hospitalaria (eso que he pretendido y logrado algunas veces), ante eso tan positivo, mi actitud fuera de retirada.

He pensado sobre esto y creo que mi actuación intentaba evitar las rutinas estéticas y sociales que abundan cada vez más en el contexto del arte actual. El dar a ver universal. La buena voluntad de las instituciones y de los artistas tiende a producir una avalancha de trabajos y acciones que sirven más a la maquinaria cultural expositiva que a las personas implicadas en esos procesos y, en primer lugar, generan una cultura visual profesional y redundante, lo que en términos más clásicos llamaríamos academicismo.

No estoy impugnando nada, y menos todavía a nadie, pues solo delimito los bordes de mi propio trabajo y de mis dudas. En cierto sentido, únicamente fui capaz de invocar un conocimiento que se me escapa (el de las verdaderas implicaciones de la enfermedad) en el punto en que ignorancia e impotencia nos hacer ser más frágiles, aunque tal vez más reales.

No sé si cabe añadir que el camino de los artistas es solitario, como solitaria es la experiencia de la enfermedad. La diferencia, único objeto perseguido por el arte: ¿puede alcanzarse desde un programa convenido? ¿Habrá encuentro para la diferencia solitaria del enfermo con un arte programado? Lo dije antes, sólo la coincidencia de necesidades, la suma de impotencias, puede abrir un camino al lenguaje compartido por seres tan apartados como enfermos y artistas”.

 

Notas:

[1] En el seminario 7, La ética del psicoanálisis, Lacan propone el enunciado “estética del vacío” como lugar irreductible del significante; una estética sobre el borde de la Cosa (das Ding) sin significación que lo cubra.

[2] Lipovetsky, G. y Serroy, J. La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico, Anagrama, Barcelona, 2015.

[3]  La industria dedica una parte importante de su presupuesto a la denominada “disease mongering” (promoción de enfermedades), que hace referencia al esfuerzo que realizarían las compañías farmacéuticas por llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente inofensivas, con objeto de incrementar la venta de medicamentos(...). Existen distintas estrategias para conseguir este objetivo: tomar un síntoma común y hacerlo parecer el signo de una enfermedad importante, definir el porcentaje de población que padece un problema lo más ampliamente posible, usar sesgadamente la estadística, etc. (TDAH , ansiedad social, disfunción eréctil),  Orueta Sanchez. I REV CLÍN MED FAM 2011; 4 (2): 150-161 Medicalización de la vida (I)

[4]  Allen Frances, en “Críticas al DSM-V”. Allen Frances, psiquiatra norteamericano, fue Jefe del grupo de trabajo del DSM- IV y miembro del equipo directivo del DSM-III.
www.sepypna.com › ... › Criticas al DSM-V

[5] Deleuze, G: “Postdata sobre las sociedades de control”, El lenguaje libertario, To 2, Ed. Nordan, Montevideo, 1991.

 


Estetizaciones y otras píldoras I. Montserrat Rodríguez Garzo

¿De qué hablamos al articular lo mental, lo artístico y la salud? La pregunta abre un campo interrogativo que concierne a la inscripción de los enunciados de las políticas de la salud mental en las políticas de lo artístico, y viceversa.

¿Qué es un campo? ¿Qué es la enfermedad mental? ¿Qué es la psicosis? ¿Qué tratamiento posible cabe? ¿Cuál es el objeto de un tratamiento? ¿Qué define lo terapéutico? ¿Qué es una terapia ocupacional? ¿Qué diferencia el arte terapia de lo que se conoce como terapias creativas? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Qué es curar? ¿Qué sostiene la terapéutica vinculada a las técnicas artísticas? ¿Qué tiene que ver el posible tratamiento de las psicosis con las técnicas para los lenguajes artísticos? ¿Es lo mismo aplicación técnica que lenguaje artístico? ¿Qué diferencia hay entre educación y terapia? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Cuál es el objeto de los programas de talleres aplicados a colectivos específicos? ¿Qué es la segregación? ¿Qué estructura tienen estas intervenciones? ¿Cuál es su protocolo? ¿Qué formación han de tener los profesionales que los imparten? ¿De qué resultados pueden dar cuenta? ¿Cuál es su beneficio institucional? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Qué podemos decir de la articulación mente y cerebro? ¿Qué es la subjetividad? ¿Qué conocimiento tenemos de las quimioterapias psiquiátricas? ¿Qué se articula entre la industria farmacológica y los programas ID? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Qué es la locura? ¿Es lo mismo locura que psicosis? ¿Cuáles son los ejes de la formación de los profesionales que abordan la salud mental? ¿Cómo se trata la complejidad sociopolítica de la salud mental? ¿Qué es la ansiedad? ¿La angustia es patológica? ¿Qué es un delirio? ¿Qué es un fenómeno elemental? ¿Qué es un cuerpo? ¿Qué relación hay entre el cuerpo y el lenguaje? ¿Qué es una imagen? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Qué es la identificación? ¿Cómo se construye? ¿Qué la sostiene? ¿Qué función sostiene el lenguaje artístico? ¿Toda producción gráfico-plástica o visual es artística? ¿Qué dicen los artistas de esa identificación? ¿Están locos los artistas? ¿Son esquizofrénicos? ¿Qué es una producción delirante? ¿La obra de arte es una producción psicótica? ¿Qué es una producción patológica? ¿Qué define el campo de la psicopatología? ¿Quién lo administra? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Hay relación entre la locura y la producción artística? ¿Los primeros escritos infantiles indican que ahí hay un escritor? ¿Todos somos Hölderling? ¿Quizá Joyce? ¿El dibujo infantil es una producción artística? ¿Cualquiera puede ser Giacometti? ¿Wittgenstein? ¿Qué sabemos de la reflexión y del trabajo de Dubuffet y Oury? ¿Un artista es un modelo de salud mental? ¿Se puede clonar el modelo artista? ¿La obra de arte es un modo de producción endémico? ¿Qué discursos sostienen esa enunciación? ¿Qué es el capitalismo cognitivo? ¿Cuál es su campo de acción? ¿Existió Tosquelles? ¿Qué es pensar? ¿Nietzsche pensaba? ¿Qué sabemos de Foucault? ¿Existió Deleuze? ¿Qué diferencia hay entre elaboración y producción? ¿Qué es la diferencia? ¿La producción artística resulta de un método asociado a una aplicación técnica? ¿Qué quiere decir Beuys cuando enuncia “cada hombre, un artista”? Etc.

“¿Qué es el capitalismo cognitivo?” La pregunta recorre el texto explícitamente organizando la sucesión de las otras formulaciones, una sucesión de preguntas hilvanadas por la repetición. La repetición, en el discurso psicoanalítico, es el nombre del trauma y está vinculada a lo que es ajeno a todo nombramiento, a la dimensión real de la experiencia de lo sensible, a lo indecible del goce sexual, a su falta de relación significante. El núcleo es la novedad, lo asemántico de todo acontecimiento, y la memoria de esta experiencia inédita es lo que motiva la constancia, la insistente repetición en la relación del sujeto con el goce. Goce estético. El goce siempre es estético, con mayor o menor participación de lo real; y el trauma, que es del cuerpo, es también un acontecimiento estético, discursivo: es un momento lógico en la constitución de los síntomas y del sínthoma, porque el cuerpo, como hemos dicho, es un acontecimiento discursivo, estético, en tanto resultado de la significación posible de lo que viene de la intimidad del ámbito de lo sensible, una conclusión que convoca a los agujeros corporales en torno a los que se construyen los azares de la mítica pulsión y los regímenes de su satisfacción, parámetros de la subjetividad.

 

[1] Rodríguez Garzo, M. “Estetizaciones y otras píldoras”, en Apuntes para una psiquiatría destructiva de Alfredo Aracil, EAC Comunidad de Madrid, Madrid, 2017, pp. 17-25.

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Puedes leer más artículos de Montserrat Rodríguez Garzo aquí.

 


El psicoanálisis, entre la norma y la excepción. Montserrat Rodríguez Garzo.

Han pasado muchos años desde que Freud en El proyecto de una psicología para neurólogos (1895 [1950]), pone en contacto por primera vez la epistemología neurológica con las preguntas sobre el malestar para las que no hay respuesta desde este ámbito del conocimiento.

Hoy, con la noción de plasticidad neuronal un sector de las ciencias neurológicas retoma la investigación de la mutabilidad del cerebro estableciendo cierto paralelismo entre los postulados de la epigenética, que sostiene que la expresión genética está vinculada a factores medioambientales, y los de la subjetividad neuronal, resultado de la inscripción de la experiencia en el SNC, tratando así de localizar la subjetividad en el sistema neuronal.

Preguntas que ya están en la producción freudiana referida, escritos en los que Freud se interroga sobre el estado de su investigación y en los que se plantea la localización anatómico-fisiológica de los fenómenos que investigaba, su causalidad y cuantificación. Causalidad, localización y expresión de los movimientos afectivos.

Vuelvo a la relación entre los significantes psicoanálisis y cultura, esta vez usando el término cultura para referirme al valor que se otorga a los usos de los conocimientos desde las instancias que nos gobiernan, en el sentido extenso e intenso de la noción la gobernanza.

En el territorio del estado español esta relación es floja y los psicoanalistas no estamos al margen de esta debilidad. Pero no toda la responsabilidad es cosecha nuestra. La introducción del psicoanálisis ha sido costosa y lenta por la dinámica de la historia contemporánea y está trufada de violencias, exilios y torpezas.

No voy a extenderme con información sobre la historia del psicoanálisis en España; sí mencionaré una vez más el caso de Francesc Tosquelles, su acercamiento a las primeras manifestaciones del psicoanálisis cuando aún estaba en Reus, con Emili Mira, y su interés por la tesis doctoral de Lacan casi contemporáneo a la lectura de la misma.

Exilios

Los psiquiatras que empezaban a explorar el discurso psicoanalítico fueron exiliados. Fueron exiliados los que lo introdujeron, empujados por el nazismo, y exiliados también los que volvieron a traer el discurso a España en los años setenta, aquellos argentinos que hubieron de abandonar su país a causa de las dictaduras militares.

Oscar Masotta fue el representante primero del segundo tiempo de la presencia de la lectura lacaniana del texto de Freud en España. Porque el primero fue Francesc Tosquelles, antes de cruzar la frontera, trabajando en L’Institut Pere Mata con la tesis doctoral de Lacan, una tesis médica perforada por el discurso freudiano.

 

 


La cuestión de los "inclasificables de la clínica". Vicente Montero.

Cuando supe el titulo de la presentación de Ana Soriano en el Espai Clínic del 1 de febrero de 2020, I. Una chica inclasificable, me vino inmediatamente a la cabeza el libro Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, publicado en 1997 por Miller y colaboradores. El libro es una recopilación de casos presentado en 1996 en la reunión de Conversaciones Clínicas de Angers y la que se celebró un año después en Arcachon. Allí, diferentes autores abordaron casos raros e inclasificables, que se resistían a las clasificaciones estructurales.

Un año después, en 1988, en la 3ª reunión de Conversaciones Clínicas celebrada en Antibes surgió, a propuesta de Miller, el término Psicosis Ordinaria. Según su autor, este término no es exactamente un concepto ni mucho menos una propuesta de clasificación. Para él es un significante que crea para ordenar la experiencia e impulsar a la investigación de esos casos que se podrían confundir con la normalidad.

La introducción por parte de Jacques Lacan del concepto de Significante del Nombre del Padre parecía poner orden en la clínica, de una manera que ningún otro psiquiatra o psicoanalista pudo hacer nunca, incluido el propio Freud. Si el Significante del Nombre del Padre estaba forcluido, no se trataba de una neurosis. Por fin, un criterio estructural permitía no tenerse que basar exclusivamente en la sintomatología observable.

Pero la clínica es tozuda y no se presta mansamente a entrar en las clasificaciones. E, incluso, a veces no se presta de ninguna de las maneras. Los casos inclasificables proliferaban cada vez más y Lacan no fue indiferente a ese real. Precisamente, es de lo real de lo que se empieza a preocupar cada vez más en su enseñanza. A partir de la única clase que impartió el 20 de noviembre del 1963, en el seminario que concluyó ese mismo día y que tituló: Los Nombres del Padre, el término Significante del Nombre del Padre lo va utilizando cada vez menos, hasta que prácticamente desaparece a partir del seminario de 1974-74, que tituló R.S.I. En ese seminario dice:

Tuve inmediatamente la certidumbre de que ahí había algo precioso para mí, relacioné ese nudo borromeo con lo que desde entonces se me aparecía como anillos de cuerda, con esas tres consistencias particulares, con eso que yo había reconocido desde el comienzo de mi enseñanza.

La introducción de la clínica basada en la cadena-nudo de los Registros Real, Simbólico e Imaginario, le permitió dar cuenta de un posible enfermo inclasificable, James Joyce, y nos permite a todos los que intentamos seguir su enseñanza pensar de otra manera la clínica. Pero ese es un tema para otro artículo.    

Volviendo a lo anterior, en la historia de la psicopatología psiquiátrica y psicoanalítica no han sido pocos los autores que han hecho referencia a esos casos fronterizos, difíciles de clasificar.  que parecen estar sin Si Miller tiene que inventarse un significante para promover la investigación de los casos confusos entre neurosis y psicosis, es posible que sea porque no haya leído suficientemente la psicopatología, ni psiquiátrica ni psicoanalítica, porque intentos de teorizar lo fronterizo entre la neurosis y la psicosis o entre lo patológico y lo normal hay como para parar un tren. Posiblemente, también, la crisis que supuso el cuestionamiento de la clínica diaria sobre las estructuras, tal y como se entienden siguiendo la primera enseñanza de Lacan, azuzó el ingenio de los psicoanalistas reunidos en esas Conversaciones.

En fin, sea como fuere, las clasificaciones siempre han sido necesarias a los seres humanos para intentar entender la realidad. De todos modos, nunca estuvieron más de moda como en el siglo XVIII a partir del naturalista sueco Carl Linneo. Goethe escribió de él:

Con la excepción de Shakespeare y Spinoza, no conozco a nadie, entre los que ya no viven, que me haya influido más intensamente.

 

Y el filósofo Jean-Jacques Rousseau le envió el mensaje:

Díganle que no conozco a un hombre más grande en la tierra.

 

En 1731 creó un sistema de nomenclatura binomial para clasificar a los seres vivos: la primera palabra indicaba el género, a la que seguía el nombre de la especie. Asimismo, fue quien agrupó los géneros en familias, estas en clases y las clases en reinos.

Evidentemente despertó la envidia y el deseo de imitarlo en el resto de las mentes científicas del considerado siglo de la Ilustración. Y los alienistas no querrían ser menos.

Pero en el siglo en que da comienzo la anatomía patológica, el problema para los alienistas, sin alteraciones anatómicas visibles en los cerebros de sus enfermos, no era ya sólo diferenciar las insanias entre ellas, sino ya distinguir la enfermedad de la salud.

En la última conversación clínica de nuestro equipo, celebrada ayer hasta bien entrada la noche, me pidieron que no hablara de Sándor Ferenczi… Y no hablaré de él… sino de todos los demás.

En 1777, Cullen, el inventor del término Neurosis, hablaba de reacciones en ciertas personas, que no estaban totalmente enfermas, pero no se comportaban como el resto de sus contemporáneos.

Geslain, en 1852, describió el Délire avec conscience o Délire sans délire.

Griensinger, en 1872, se refirió a las Aberraciones de la inteligencia para reseñar desviaciones del comportamiento y la conducta normalmente aceptada.

Y en 1884 Hughes describió el Estado fronterizo de la locura.  (Es de destacar, que en aquella época, ningún otro médico habló del estado fronterizo de las fiebres, por ejemplo).

Siguiendo con el problema, se considera a Philippe Pinel, médico francés en el Hospital de Salpêtrière de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el que hizo la primera descripción de lo que hoy consideraríamos trastorno de la personalidad en casos fronterizos con la locura. En su Tratado médico-filosófico sobre la alienación mental de 1809, describe una serie de pacientes con tendencia a conductas súbitas y violentas con momentos de actuación aparentemente normal, que Pinel diferenciaba de las enfermedades mentales y cuyo cuadro clínico denominó Manie sans délire.

En 1918, Erns Kretchsmer publicó un trabajo sobre lo que denominó el Delirio de relación de los sensitivos, delirio poco estructurado, con elementos paranoides, que aparecía tras situaciones de fracaso, desengaño, burlas o humillaciones, todo ello sobre un fondo de Personalidad sensitiva, es decir, en individuos tímidos, retraídos, muy sensibles, susceptibles a los comentarios o las críticas de los demás y con bajo concepto de sí mismos.

Bleuler, el inventor en 1907 del término Esquizofrenia, señalaba una serie de casos con clínica no claramente psicótica, que agrupó en lo que denominó Esquizofrenia latente. Según él, eran una forma de esquizofrenia crónica que podía no llegar nunca a manifestar delirios o alucinaciones, pero que afectaba la personalidad y el funcionamiento del sujeto.

En cuanto a los psicoanalistas, muchos postfreudianos, ayudándose en las concepciones de Abraham, Tausk, Stern, Fairbain y, sobre todo, de Melanie Klein, optaron por pensar en un estado intermedio de un proceso evolutivo que va desde la más primitiva desorganización a una organización más madura. Curiosamente, muchos de los que trataron el tema de los estados límite habían trabajado ampliamente con pacientes graves y drogadicciones.

En 1932, E. Glover, trabajando con toxicómanos, y con los conceptos aún no desarrollados totalmente de Melanie Klein, situó las drogadicciones en una fase intermedia entre una especie de organización primitiva esquizoide y la posición depresiva. También continuador de los trabajos de Abraham, Tausk y Simmel, constataba que los casos de toxicomanía bordeaban la neurosis obsesiva y la melancolía e, incluso, en algún casos, la paranoia. En palabras de Glover:

La situación podría representar una transición entre el sadismo exteriorizado amenazante de un sistema paranoide y el sadismo interiorizado realizado de un sistema melancólico.

Aunque Melanie Klein ya había publicado en 1932 El Psicoanálisis de niños, Glover adelanta algunas de las elaboraciones posteriores de la autora sobre los Precoces estadios psicóticos universales y el Edipo precoz.

En 1938, Adolf Stern, el inventor del término Borderline, describió a esos pacientes como sujetos que no pertenecen a la psicosis ni a la neurosis.

En 1942, Fairbairn, siguiendo a Balint, describió modos de funcionamientos en el límite entre esas dos entidades clínicas que denomino Personalidades esquizoides,  caracterizadas por la intensidad del vínculo con los objetos primarios, la dependencia del objeto externo, la importancia de la angustia por la pérdida de objeto, la indiferenciación de la relación sujeto-objeto, la fantasmática destructiva, el solapamiento de los estadios del desarrollo libidinal y las imagos parentalesmal diferenciadas, siendo la una el doble de la otra. Si se siente vacío, decía Fairbairn, era porque, regresando a la posición paranoide, mediante la escisión, el paciente había vaciado el objeto considerado malo.

En 1942, Hélène Deutsch, apoyándose en el concepto de Falso self de Winnicott, describió la personalidad As if (como sí), un modo de adaptación al entorno identificándose con él como respuesta a la falta de investidura objetal, con una profunda despersonalización, por lo que la realidad externa ocuparía la realidad interna inexistente.

Melanie Klein, en 1946, desarrolla el concepto de lo que denominó Posición esquizoparanoide, añadiendo al desarrollo de Fairbairn el mecanismo de Proyección y posteriormente el de Identificación proyectiva.

Eisenberg en 1949 y Wolberg en 1952 describieron rasgos psicológicos comúnmente presentes en pacientes Borderline,como la susceptibilidad, la intensidad de los afectos, la facilidad con que el paciente se siente rechazado y abandonado, y la gran intensidad de la ansiedad y la culpa.

En 1953, Knight subraya la gran fragilidad de las funciones del yo, la fuerza de los impulsos primitivos inconscientes y las fuerzas instintivas desintegradoras, lo que se manifestaría en impulsos y fobias de impulsión. Por otro lado, el yo del sujeto pediría a la realidad exterior que compense la desfalleciente realidad interior y el vacío del espacio interno.

En 1959, Melita Schmideberg, la hija de Melanie Klein, consideró el estado límite como una entidad específica y estable ensu inestabilidad. Destacaba de estos pacientes la falta de empatía en la relación con el otro, la susceptibilidad y la tendencia a la querella, el sentimiento crónico de vacío, que les empujaría a comportamientos excesivos y consumo de tóxicos, la incapacidad para soportar heridas narcisísticas, la debilidad del yo, que condicionaría su intolerancia a la frustración, los trastornos del pensamiento y del juicio, así como la ansiedad y depresión severas.

Siguiendo esa estela, en 1974, Jean Bergeret propuso una teoría para los estados límite que los ponía fuera de las psicosis y las neurosis. Para él, el estado límite no es una estructuración, sino más bien una Aestructuración. Se trataría de un estado en el límite de la neurosis y la psicosis, un modo de funcionamiento fundamental de la personalidad que él denominó economía límite. La progresión de sus ideas le llevó a acercarse cada vez más a las patologías depresivas, especialmente a lo que denominó Depresión esencial y a las psicopatías. Su referencia fundamental pasó a ser el narcisismo y el riesgo fundamental sería la depresión melancólica por la pérdida del objeto. De ahí la relación de dependencia con el otro. Por otro lado, debido a la falta de representaciones sexuales y de todo cuanto pudiera referirse al conflicto edípico desarrollado, los padres serían considerados como equivalente el uno al otro, uno dominante y otro dominado, uno bueno y el otro malo. No hay angustia psicótica, sino una angustia de pérdida de objeto, es decir, una angustia propiamente depresiva. Para Bergeret, el mecanismo esencial sería la escisión del objeto que acompañaría a la regresión narcisista, etapa involutiva hacia la escisión del yo, pero a la vez defensa contra eso mismo. El yo se deformaría, pero no se despedazaría, lo que marcaría la diferencia con las psicosis esquizoparanoides. La carencia de lo imaginario daría lugar a defensas maníacas y a mecanismos de identificación proyectiva, donde una parte de sí mismo es puesto en otro lugar. La idealización de los objetos favorece las relaciones de dependencia y la escisión entre los objetos idealizados y los objetos amenazantes totalizados, de acuerdo con la posición depresiva de Melanie Klein, produciría que el yo se deformara. Bergeret consideraba la existencia de un trauma afectivo real en el origen del trastorno, lo que actuaría como desorganizador impidiendo el acceso al Edipo. Se trataría más de un proceso defensivo que de una estructura psicopatológica, un proceso frágil, por tanto, susceptible de nuevas desorganizaciones según los avatares del desarrollo. De ese modo podrían sobrevenir diferentes evoluciones: estados depresivos, maníaco-depresivos, fóbicos, toxicomanías, caracteriopatías e incluso organizaciones perversas, pero nunca esquizofrenia ni paranoia.

En 1973, André Green junto con Donnet describieron lo que denominaron psicosis blancas. Basándose en las concepciones de Freud, Winnicott y Bion afirmaban que estos pacientes, en lugar de espacios transicionales, crean síntomas que desempeñan la función de éstos y de ahí el parecido del pensamiento contradictorio de los Borderline con la lógica contradictoria del espacio transicional de Winnicott.

En 1990, Green propone diferenciar locura de psicosis, con lo que se acerca a la concepción de Maleval. Pero a diferencia de éste, consideraba la pasión y la locura como elementos primeros y primarios de la evolución humana. A la Locura de pasióndel bebé, directamente proporcional a la fuerza del ello y anterior a cualquier representación, respondería la Locura materna, aunque de manera contenedora. Si ese yo auxiliar, contenedor y especular, no se encuentra lo suficientemente garantizado, las posibilidades de elaboración del niño se ven sobrepasadas y el yo debe hacer frente a la doble angustia de intrusión y de separación. Todo ello induciría problemas en los límites del inconsciente que provocarían problemas de Escisión y Depresión primaria, con las consecuentes dificultades con las pérdidas y las intrusiones y escisiones con respecto al exterior y al propio cuerpo.

Más tarde, en 1975, el que fue presidente de la IPA , el norteamericano Otto Friedmann Kernberg, al que se le atribuye el concepto actual de Trastorno límite de la personalidad, adoptando los puntos de vista de Melanie Klein, explicaba el mecanismo de formación del trastorno borderline a partir de una debilidad inespecífica del yo, la incidencia de los procesos primarios del pensamiento y la existencia de mecanismos de defensa primitivos y específicos, como la escisión, la idealización primitiva, formas precoces de proyección, identificación proyectiva, negación y omnipotencia. Para Kernberg, el paciente límite no entiende la intervención del analista como una interpretación, sino como un juicio, aunque a pesar de todo tiene un cierto efecto organizador, al contrario que en las psicosis disociativas.

Más recientemente, Bernad Brusset recuerda que en los Borderline es frecuente encontrar bajo una capa de Falso self una actividad fantasmática grosera con contenido pregenital, que condensa la oralidad, la analidad y la genitalidad infantil, que podría dar lugar a una genitalidad precoz o centrada en una escena primaria con emergencias pulsionales muy directas e intensas, que contrastarían con los estados neuróticos, donde los mecanismos de represión y proyección vendrían a contrainvestir la actividad fantasmática, permaneciendo ésta inconsciente.

Por su parte, Catherine Chabert reconoce las fantasías de seducción tanto en las histerias como en los trastornos limite, pero con la diferencia de que en las histerias el adulto es siempre considerado como agente activo en tanto que ellas sufren la seducción de manera pasiva, mientras que en las Borderline ellas son agente activo de esa seducción, lo que les hace sentirse culpables, deslizándose fácilmente hacia una deriva melancólica autoacusadora.

Por último, volviendo a la psiquiatría, el influyente psiquiatra francés Henri Ey, que también estableció el concepto de Bouffée delirante (psicosis aguda transitoria) como una forma de reacción psicótica, la gran mayoría de veces en neuróticos, adoptó una postura práctica similar a los postfreudianos, al describir lo que denominó Esquizoneurosis.

Después de esta breve exposición de las “escasas” aportaciones de algunos de los autores que se las tuvieron que ver con casos de difícil diagnóstico, para los cuales vaya mi más sincero reconocimiento por enfrentarse a la dureza de la clínica sin apenas protección, quiero recordar en esta ocasión en particular a dos: Sándor Ferenczi (del cual ya dije que no iba a hablar) y Michael Balint. Por cierto, dos autores que han brillado por su ausencia en este pequeño recorrido histórico que he extraído de textos de autores de la IPA.

En 1947, Michael Balint, el húngaro salvaje, como lo llamaban sus colegas de la Escuela inglesa, introdujo el concepto de falta básica. Vacío o falta, como la llamaban sus pacientes, que para Balint era el indicador de una esfera (no quería hablar de etapa para no entrar demasiado en la cronografía) pre-edípica (por tanto, pre-verbal), donde el desajuste entre el bebé y la madre producía a aquel una sensación parecida a un vacío crónico. Lacan presenta en la Sociedad Psicoanalítica de Paris en 1937 su Estadio del espejo, aunque su elaboración completa la presentará en 1949 en el Congreso de Zurich. Tanto para Lacan como para Balint, en ese ámbito, sólo participan dos personajes, aunque para Lacan estará presente el I (A), lo que le permitirá enlazar esa función con lo simbólico. Basándose en La confusión de lenguas entre los adultos y el niño de Sándor Ferenczi escrito de 1932, para Balint era inútil intentar interpretar al paciente con términos edípicos, ya que su lengua no sería la misma. Habría que inventar otra forma de intervención y de manejo de la transferencia.

Artículo de Vicente Montero Sierra

1 de febrero de 2020