EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO
EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO
Autores varios
Índice: Apertura, Victoria Fernández. El Psicoanálisis, un tratamiento diferente y singular, Norberto Ferrer. Una terapéutica propiamente analítica, Maricruz Rodríguez Torres. Un relato a propósito del masoquismo femenino, Alicia Tirapu. Un abuso de sentido, María-Cruz Estada.Algunas vicisitudes de los efectos terapéuticos, Carlos H. Jorge. Eficacia del significante, síntoma y sujeto, Roque Hernández. Determinantes de efectos terapéuticos en el tratamiento psicoanalítico, Rosario Ortiz. El arte de curar y el Lustgewinn de Freud, Mercè Altimir. ¿Es el psioanálisis una ingeniería de la producción?, Luis Carlos Restrepo. Testimonios, Elvira Valls Carol. De la obediencia a un cuerpo que clama. La voluntad de goce, Ana Cristina Carlos. La certeza del testigo. La cura psicoanalítica de una psicosis paranoica. Cristina Catalá. “No quiero – quiero ir-me” (análisis de un niño de 5 años en duelo), Pilar Pascual. Callejón sin salida, Montse Pera. “Cuénteme aunque delire, tratemos de poner de acuerdo las palabras y las cosas”, Manuel Conde. Sin furor pero curandis, Guillermo Kozaméh. “Más vale tarde…”, Vicente Montero. Conclusiones, Francisco Rodríguez.Colaboración de Claude Dumézil: Identificaciones y transferencias en la práctica de la cura. (254 páginas) Libro disponible en papel y en formato electrónico, ebook.
SBN papel: 978-84-614-2103-9
ISBN ebook: 978-84-614-2102-2
CLÍNICA PSICOANALÍTICA Y PSICOSIS
CLÍNICA PSICOANALÍTICA Y PSICOSIS
Autora: Laura Vaccarezza
Es importante saber en qué radican las dificultades en el tratamiento de las psicosis y cómo se las arregla con ellas el psicoanalista en la dirección de la cura.
Creemos necesario reflexionar en torno a esta estructura a fin de intentar localizar los interrogantes que nos plantea, saber cuáles son algunas de sus particularidades para poder tenerlas en cuenta aun sabiendo que cada caso será diferente.
No se trata de un tratamiento especializado, no se trata de una especialización del psicoanálisis ni de una técnica. Se trata de poner a prueba, de hacer saber qué se puede esperar del psicoanálisis en estos casos.
Sumario: Prólogo. Introducción 1. Estructura y Discurso. La estructura psicótica. El concepto de forclusión. Fenómenos elementales. La alucinación. Neologismo. Holofrase. 2. Clínica del Primer Tiempo del Edipo La constitución del sujeto. La fase del espejo. Cuerpo experimentado. Cuerpo especular. Cuerpo significante. Real, imaginario y simbólico. 3. El Diagnóstico. Su importancia; diagnóstico fenomenológico y diagnóstico bajo transferencia. Cuadro comparativo: Histeria - Esquizofrenia, Neurosis obsesiva - Paranoia. 4. Diagnóstico de Estructura. Neurosis, perversión, psicosis. Manifestaciones de la estructura en el discurso. 5. Alucinación, Delirio y Acto Perverso en las Neurosis. Casos clínicos. 6. Diagnóstico Diferencial de las Psicosis. Diagnosticar las psicosis entre sí: esquizofrenia, paranoia, psicosis maníaco-depresiva. La manía. La melancolía. 7. Una Dificultad Diagnóstica. Vacilaciones, punto ciego o tiempo que tarda la estructura en manifestarse. 8. Autismo. La A-estructura, la entrada en psicosis. El autista y su objeto. Diferencia entre borde autístico y sinthome. 9. Particularidades de la Transferencia en las Psicosis. El lazo social. El discurso analítico. La erotomanía de transferencia.10. La Dirección de la Cura. La paranoia dirigida. Momentos posibles de la cura según los momentos clínicos de estructura psicótica. Psicosis asintomática. El brote psicótico. Estabilizaciones: 1) delirio, 2) Identificación imaginaria, 3) El sinthome. 11.Acto Analítico y Psicosis. Acto analítico. Acting out. Pasaje al acto. Cuadro comparativo. Intervenciones del analista. Condiciones para que acontezca un acto analítico. Dispositivo analítico y transferencia.12. Interpretación y Psicosis. La interpretación delirante, ¿erotomanía de transferencia?, ¿interpretación de sentido por parte del analista? 13.La Escritura en las Psicosis. Letra. Rasgo unario. Lo real de la letra. La letra y el inconsciente. La escritura: su función en las psicosis. Hacerse un nombre. 14.El Estrago Materno. Consecuencias sintomáticas y estructurales. La relación madre-hija. El primer Otro en la constitución subjetiva. El Goce femenino. La demanda infinita, la locura (histérica o psicótica) 15.Eficacia del Psicoanálisis en el tratamiento de las psicosis. 16.Vigencia del Psicoanálisis en el tratamiento de las psicosis. 17. Psiquiatría y Psicoanálisis. Bibliografía
(268 pág.) Disponible en papel (PVP 20€) y en formato electrónico (PVP 10€).
ISBN papel: 978-84-617-4212-7
ISBN ebook: 9788461751686
PSICOANÁLISIS CON NIÑOS Y ADOLESCENTES
PSICOANÁLISIS CON NIÑOS Y ADOLESCENTES
Autor: Norberto Ferrer
“¿No habita aún en nosotros —y acaso toda la vida sin saberlo—, ese niño o niña que fuimos? ¿No es nuestra tristeza, nuestra ira, nuestra envidia, nuestra venganza o nuestra hipocresía el fruto de la violencia y la desolación que sufrimos siendo niños? Se nos dirá: es cosa del pasado, ya somos adultos; pero ¿qué es un adulto, sino 'un niño hinchado de tiempo'?”
“La práctica psicoanalítica es una aventura en la que la 'invención', dentro del marco transferencial, y el deseo de analista marcan cada acto analítico, los cuales suponen una brújula en la dirección de la cura.”
“Las presentaciones clínicas son intentos de articulación teórico-clínica y de investigación de cada situación diferente, cuya utilidad es interrogar a la teoría psicoanalítica, a la práctica y a los analistas.”
Este libro desarrolla en su primera parte la construcción de la subjetividad humana, en la compleja estructuración inconsciente del sujeto: su inmersión en el lenguaje, sus pulsiones, sus identificaciones, ideales, represiones y sublimaciones. En la segunda parte, trata sobre la articulación teórico-clínica, con múltiples ejemplos significativos del análisis de niños de distintas edades, púberes y adolescentes. Para intentar comprender el mundo de afectos que espera al niño al nacer y aun desde mucho antes, encontraremos también: la subjetividad inconsciente femenina, la masculina, la complejidad de encuentros con desencuentros de las parejas y, por último, la familia: el enjambre y crisol de la estructura de la vida.
SUMARIO: Prólogo. 1. La práctica con niños. 2. La constitución de la subjetividad humana I. Producción del sujeto a partir de lo real. II. La versión materna:la llamada de la madre. III Las versiones paternas: las llamadas al padre. IV. La versión filial: buscar un padre. 3. El Deseo de la Madre. 4. Edipo: la estructura inconsciente del sujeto. Ejemplos clínicos. 5. La producción de objetos reales, simbólicos e imaginarios . Articulación teórico-clínica. Notas Previas. 6. Dibujos animados. Natalia (5 años y medio). 7. Jugar el fantasma. Una niña en análisis. María (4 años) 8. Una intervención en crisis: Carla (7 años) 9. Las cartas sobre la mesa. Un niño en análisis. Gabriel (9 años). 11. Sobre lo que produce una fobia. Can Cuca: un niño de 5 años. 12. Lo gestionable. Un niño de 4 años y medio. 13. Unos, otros y algo más. Una niña en análisis:Esperanza (6 años). 14. Dos escenas fantasmáticas: Alfadari (8 años). 15. Final de un adiós. Final de análisis con niños: Eteo AM (11 años), Alfadari (8 años). 16. ¿Estructura de la perversión?: Álvaro (13 años). 17. psicosis infantil. El caso Robert: ¡El lobo! ¡El lobo! El caso Dick. 18. Las metamorfosis de la pubertad. El periodo de latencia. Las metamorfosis de la pubertad. Clínica. Analizante 1. Analizante 2. 19. Adolescencia. El despertar de la primavera (y sus alergias). Viñetas clínicas: 1) Gardenia. 2) Gladiolo. 3) Violeta. 4) Narciso. Soluciones sintomáticas. 5) Rosa. 6) Margarita. 7) Clavel. 20. La juventud en las redes. La ciberjuventud. La red capitalista. 21. La subjetividad femenina. 22. la subjetividad masculina. 23. Las parejas humanas: encuentros con desencuentros. El goce de las parejas. El goce desajustado. Trabajo terapéutico con parejas. 24. Vivir en familia. Modalidades familiares actuales: 1) Familias nucleares. A) Niña de 3 años y medio. Terapia familiar; B) Niña de 13 años; C) Niño de 9 años. (452 pág.) Disponible en papel y en formato electrónico.
ISBN papel: 978-84-617-3520-4
ISBN ebook: 978-84-617-3835-9
¿QUÉ ES EL CUERPO DEL NIÑO PARA EL PSICOANÁLISIS?
¿QUÉ ES EL CUERPO DEL NIÑO PARA EL PSICOANÁLISIS?
Varios autores. Prólogo de Néstor Braunstein
G. Dueñas: Revisando prácticas. Visibilizando contradicciones; S. Godano: Acercándonos a un niño; A. Taboada: Contar no es jugar; G. Untoiglich: Cuerpos sin borde; A. Flesler: Del cuerpo del niño al cuerpo del sujeto; D. Lozano: Del cuerpo institucionalizado al cuerpo del deseo; O. Patiño: Del cuerpo negado de la infancia al síntoma de la modernidad; J. Bolaños: ¿Dónde empieza el mar?; E.P. Ciénaga: El cuerpo del niño en la contemporaneidad; L. Donzis: El cuerpo y lo traumático en la clínica con niños; E.I. Landaverde: Jugar es labrar un cuerpo; A. Barrera: La alergia del cuerpo como filiación del Nombre-del-Padre; M. Cottone: La experiencia del cuerpo en el autismo; E. Levin: La función de la imagen del cuerpo; L. Stavschansky: Lo oculto como causa en la construcción del cuerpo; C. Mayén: Los avatares del cuerpo en la clínica psicoanalítica con niños; C. Jarque: Pegan a un gordo; L. Nájera: Qué es el cuerpo del niño para el psicoanálisis. N. Ferrer: ¿Qué es un niño y de dónde viene?; L. González: Un cuerpo que se goza; L. Burgos: Violeta y el cuerpo; A. Madrid: Cuerpos y fantasmas; B. Rico: El cuerpo de niño que nos habita; J. hernández: El padre y el sacrificio de Isaac; A. Gómez: La mirada en la sexuación corporal de la niña.
ISBN 978-607-97265-0-8
Editado por Freud a la letra. México. Edición en papel, PVP: 15€
EL PADRE Y SU FUNCIÓN EN PSICOANÁLISIS
EL PADRE Y SU FUNCIÓN EN PSICOANÁLISIS. Autor: Norberto Ferrer
SUMARIO: Prólogo por Néstor Braunstein. 1. Historicidad de las figuras del padre y cambios en su estatus: La familia. Las figuras del padre. La diosa blanca. El patriarcado. Familias matrilineales. Grecia. Roma. El cristianismo. La familia tradicional. La familia moderna. La familia contemporánea. Época hipermoderna. El padre ordenador. 2. Palabra, sólo tú me habitas: Nueve viñetas clínicas. 3. La casa del Padre: Los padres freudianos. La constitución de la subjetividad humana. Las versiones o instancias del padre. Mitos freudianos: Tótem y tabú, Edipo, Moisés. Padre real o Padre de la voluntad de goce. Padre simbólico o Padre nominante. Padre imaginario o Padre edípico. Los padres anudados. El padre Borromeo. Dos sueños freudianos. Edipo y Hamlet. La dialéctica de la falta de objeto y los tres tiempos lógicos de la estructuración edípica inconsciente del sujeto. Concepto de falo. Función fálica. Fórmula lingüística del complejo de Edipo y del complejo de castración o de la Metáfora Paterna o de la sustitución significante. Los Padres-del-Nombre y los Nombres-del-Padre. El despertar de la primavera. La producción de los objetos reales, simbólicos e imaginarios. 4. Clínica de la Función Paterna: Salvar al padre. El enigma del padre: ¿qué es un padre? Las cuatro versiones, nombres o instancias del padre: Real (R), Simbólico (S), Imaginario (I) y cuarto nudo o Sinthome Borromeo (Σ). Los tres campos centrales del esquema RSI. El nudo Borromeo de cuatro elementos enlazados. Campos o fronteras de la Función Paterna. 5. Seis respuestas de la Función del Padre. Vertientes clínicas Respuesta común. Un niño de 9 años. Una niña de 10 años. En el final del análisis. 6. La gula del superOtro: Los aspectos real, imaginario y simbólico del superyó. Lo Real. Lo Imaginario. Dostoievski. Lo Simbólico. El superyó en la clínica psicoanalítica. 7. Síntoma: nominación de lo simbólico. Inhibición: nominación de lo imaginario. Angustia: nominación de lo real. Las interpretaciones en lo imaginario, lo simbólico y lo real: Las interpretaciones. La interpretación hermenéutica. La interpretación psicoanalítica freudiana. El discurso psicoanalítico. El acto psicoanalítico. La interpretación psicoanalítica lacaniana. Inhibición, síntoma y angustia. Síntoma: nominación de lo simbólico. Inhibición: nominación de lo imaginario. Dostoievski. Angustia: nominación de lo real. Tres testimonios clínicos: a) Un analizante joven. b) Una analizante. c) Un analizante. Anudamientos Borromeos de las seis respuestas. 8. Respuesta neurótica y paraneurótica: Anudamientos borromeos neuróticos. Una niña (8 años). Una mujer. 8.1. El neurótico obsesivo y su relación con los otros: I. La madre. II. Su partenaire. III. Su imagen. IV. Sus síntomas. V. El analista. VI. Las instituciones. VII. La soledad. 8.2. Pasiones histéricas. Histeriagrafía: Madre (fálica) no hay más que una. De los Padres-del-Nombre y en el Nombre-del-Padre. El deseo insatisfecho. El discurso histérico y el discurso psicoanalítico. El amo capitalista. La identificación. 8.3. Actos de transmisión. Histeria masculina. Actos de transmisión. Verdad y saber. Clínica. Tiempos lógicos de la estructuración edípica inconsciente. Las identificaciones simbólicas. (Cuadros: Las pulsiones parciales; Identificaciones al significante y al objeto. Borromeos: Respuesta común; Respuestas perversa; Respuesta neurótica y paraneurótica.) El Nombre-del-Padre: el Falo. Anudamiento desde lo imaginario. 8.4. La mirada cautiva: I. De la mano de una mujer. II. El amor al saber y la conformación del Sujeto-supuesto-Saber. III. El deseo insatisfecho y las relaciones imposibles. IV. Identificación con el falo imaginario (φ). V. El deseo del Otro. VI. El Otro sexo. VII. “Las cosas me miran”. VIII. Los síntomas. IX. Escenificaciones imaginarias. Los fantasmas o escenas primordiales: escena de seducción, escena primaria. X. El fantasma fundamental u originario: “se pincha a un niño”. 8.5. El trance delirante en las Neurosis I. Víctor o Victoria. Trance (delirio) histérico. II. La voz humana. Alucinación histérica: a) La voz y la pulsión invocante. b) La voz y el sujeto. c) La voz y el fantasma. La voz y el fort-da. e) La voz y el superyó (“la voz del padre”). f) La voz y los discursos. 9. Respuesta perversa: Actos impuros: I. La pulsión es perversa. II. Perversidad. III. Las estructuras clínicas. IV. Los fantasmas inconscientes. V. El fantasma del perverso. VI. El acto perverso. VII. Otros actos: pasaje al acto, acting out, acto sintomático, acto psicótico. VIII. Los efectos perversos del discurso capitalista. IX. Una versión del padre: la “père-version”. X. Una analogía de estructura entre el discurso del analista y la posición del perverso. Una fórmula para el fantasma perverso. Con Freud. Fantasmas. Fórmulas del fantasma. Primer término de la fórmula: el sujeto. Sobre la barra de la represión. La función imaginaria del yo y el discurso del inconsciente. Kant con Sade. Bajo la barra de la represión. Algoritmos ◊ y . Segundo término de la fórmula: el objeto A (Otro sin barrar). Acto perverso. 10. Respuesta psicosomática: Clínica en cuatro registros y cuatro discursos (compendio de un análisis). La estructura. Un fenómeno psicosomático (FPS): La psoriasis. Travesía del fantasma. Construcción del fantasma. El Padre muerto en el tiovivo. 11. Respuesta sinthome supletorio: un cuarto anillo repara la ausencia del sinthome borromeo: Pre-psicosis. Personalidad paranoica. Personalidad afectiva. Personalidad esquizofrénica. Personalidad comportamental. Joyce, el Sinthome. 12. Respuestas psicóticas: Anudamientos psicóticos. Anillos (o registros) sueltos o interpenetrados, con la posible fuga de algún registro. El caso Robert: ¡el lobo!, ¡el lobo! El caso Dick. Nudo de serpientes: El crimen del cabo Lortie. Anudamientos psicóticos: presentaciones topológicas. Psicosis paranoica. Psicosis afectivas: Psicosis melancólica: un nuevo sentido. Psicosis comportamental. Los destinos del duelo: I. El trabajo del duelo: “¡Ay! pena, penita, pena...”. II. El duelo patológico: una nostalgia sombría. III. El trabajo melancólico: “la boca de la muerte”. Psicosis esquizofrénica: una nueva palabra. La compleja estructura del padre. Viñetas clínicas. 13. Goce y represión. Transgresiones y responsabilidad. 14. Cultura y Psicoanálisis: saber cultural y saber inconsciente: Cultura y Psicoanálisis. El saber cultural. El saber inconsciente. Clínica. El discurso cultural y sus efectos. 15. El Psicoanálisis, un tratamiento diferente y singular. 16. La cura psicoanalítica: La cura psicoanalítica. ¿Qué pintamos los psicoanalistas? (656 pág.) Disponible en papel y en formato electrónico.
ISBN papel: 978-84-697-7134-1
ISBN ebook: 978-84-697-8234-7
La alucinación: un punto de vista psicoanalítico
La alucinación: un punto de vista psicoanalítico
En primer lugar quisiera agradecer a los profesores Loo, Ollé, Zefirian y también al doctor Gérard, que me hayan dado la oportunidad de participar en este encuentro y de trabajar juntos el difícil problema de la alucinación, tal como lo plantea el psicoanálisis. Deseo que mi intervención no sea una exposición magistral sino un pretexto para el intercambio.
Me complace poder decir, en este ciclo interdisciplinario, que formo parte de los psicoanalistas que creen en la necesidad de hacer el lenguaje analítico audible a los practicantes de otros campos científicos. Queremos recibir los aportes de otras disciplinas y, simultáneamente, sentirnos estimulados por nuestra propia contribución.
Justamente el tema de la alucinación se presta perfectamente a tal propósito: es el ejemplo de una cuestión situada en el cruce del pensamiento analítico y psiquiátrico. Un aspecto notable de la intervención de nuestros dos campos es la estrecha afinidad que existe entre la concepción psicoanalítica de la alucinación hoy, y la concepción psiquiátrica, ya muy antigua, formulada por Esquirol.
Volveremos sobre esto enseguida.
Además, la alucinación es también el ejemplo de un fenómeno que el psicoanálisis intenta explicar, que trata de formalizar, ya que somos conscientes de su carácter enigmático. Los psicoanalistas no escapan a la regla a que son sometidos otros teóricos en el momento en que tratan de explicar un hecho oscuro: cuando no podemos explicar un hecho enigmático, nos contentamos con darle un nombre. palabras teóricas —ya que a veces son ficciones— esperando días mejores en que, bruscamente, el fenómeno se llenará de una luz nueva.
Precisamente, ¿cuáles son las palabras teóricas con las que nosotros pensamos, psicoanalíticamente, la alucinación? y ¿cuál es la especificidad del aporte psicoanalítico al problema de la alucinación? Voy a responderles, pero permítanme antes mencionar tres cuestiones previas, tres principios inscritos en el frontispicio del edificio analítico, cuando entramos por la puerta de la alucinación:
Para el psicoanálisis:
- Sólo hay alucinación en el seno de la relación con el otro, ya sea este otro alguien próximo en la vida del alucinado, o ya sea el psicoanalista, o ya sea el psiquiatra que el paciente consulta. Siendo así. nosotros nos preocupamos. sobre todo, de los fenómenos alucinatorios que sobrevienen en el curso de una cura, donde las condiciones de la transferencia son las de una cura analítica. Nosotros, no solamente tenemos experiencia de los tipos de alucinación, sino que, además, la teoría analítica de la alucinación está íntimamente relacionada con la teoría analítica de la transferencia. En resumen, nosotros pensamos la alucinación en el marco práctico y teórico de la relación transferencial.
- La alucinación no es un fenómeno específico de las psicosis. Puede presentarse como episodios fugaces, bajo formas diferentes, en el neurótico y en el hombre llamado sano o normal. Me permito recordarles lo que todos sabemos: el sueño es nuestra alucinación cotidiana. Además de este aspecto, señalaré algo que podrá parecerles curioso y es: una cierta predisposición a las manifestaciones alucinatorias o pseudoalucinatorias en el psicoanalista y en todo practicante que recibe la palabra del paciente que dice su sufrimiento. Autores anglosajones, Bion, Winnicott, Paula Helman y otros, han establecido una singular aproximación entre las manifestaciones alucinatorias en el psicoanalista, y el momento crucial de una cura llamada Interpretación analítica. Según estos autores, ciertas Interpretaciones decisivas que modifican el curso de una cura son, a menudo, precedidas por un estado mental del psicoanalista en el que la imposición de una Imagen muy viva arrastra en seguida una palabra que, una vez dicha, constituirá una Interpretación eficaz.
- Y la última cuestión previa deducible de las dos precedentes. La alucinación es, sin duda alguna, la expresión de un extraordinario derroche de energía de un inmenso dolor, de una tensión extrema: y. sin embargo, es también la expresión de un movimiento positivo, es la señal de una extraordinaría capacidad perceptiva, muy diferente de nuestra percepción habitual que está templada por diversas pantallas inhibitorias.
Para un practicante, abordar la alucinación en estos términos orientará su trabajo de la escucha y, en consecuencia, modificará el desarrollo de las curas que él dirige, según pues estos tres principios:
- la alucinación se da siempre en relación con el otro;
- la alucinación puede afectar a cualquiera;
- la alucinación es, sin duda, alguna, un sufrimiento, pero supone también una extraordinaria capacidad de percepción.
Estos tres principios son las cuestiones previas que definen una manera de escuchar al paciente decirnos su alucinación, o vivirla en nuestra presencia.
Llegamos ahora a nuestra manera de pensar psicoanalíticamente la alucinación. ¿Cuál es la especificidad del aporte del psicoanálisis al problema que nos ocupa?
Responderé en seguida con una sola palabra que engloba el conjunto de mi charla: la palabra Sujeto. La novedad en Freud —y con él las diferentes generaciones de psicoanalistas— es haber introducido el factor Sujeto y, de esta manera oponerse a una teoría empírica de la alucinación que pone el acento sobre el factor objeto y define el fenómeno alucinatorio como una percepción sin objeto. El acento estaba, pues, puesto exclusivamente sobre el aspecto sensorial y sobre la presencia real o irreal del objeto alucinado.
Nosotros, en cambio, abordamos el problema dando un rodeo: el rodeo del Sujeto. ¿Cuál es ese sujeto? ¿Se trata de la persona del paciente alucinado? No. Creo que la persona del alucinado sufre y experimenta la alucinación como la irrupción de un fenómeno que le es extraño y que se le impone.
Numerosos autores, en la historia de la psiquiatría, se han inclinado sobre ese carácter extraño y xenofóbico de la alucinación, en atención a la persona del paciente que la experimenta. Es la orientación de la Escuela del automatismo mental, vocablo inventado por Clérambault pero que se inaugura bastante antes con un filósofo notable: Maine de Biran —cuyas teorías prosigue Joffroy— pasando, pues, por Clérambault para continuar con autores como Fretet e incluso Lacan.
Existe un extraordinario artículo de Fretet, aparecido en la Evolución Psiquiátrica, sobre la alucinación considerada como un objeto de mediación en el seno de la relación médico/paciente que él llama relación alucinatoria.
No, cuando nosotros hablamos de sujeto no pensamos en la persona del alucinado. La palabra Sujeto es una forma que yo propongo para concentrar tres aspectos subjetivos no conscientes, que participan en la formación de una alucinación. Estos tres aspectos, que voy primero a nombrar para en seguida desarrollarlos en el esquema, son: el deseo, el Moi y un estado afectivo muy particular, el sentimiento de certeza.
El deseo está, para nosotros, en el origen de toda alucinación. El primer factor subjetivo a tener en cuenta en una manifestación alucinatoria es el deseo del sujeto, el deseo no consciente del sujeto. Entendámonos, cuando digo deseo quiero decir en principio estado de falta, estado de privación y de dolor que favorece y suscita, en compensación, la creación de un producto psíquico nuevo.
La alucinación es una respuesta a un estado doloroso de deseo. Voy a explicarme en la pizarra pero desde ahora subrayo que el estado deseante, el estado de falta, está en la base de la experiencia alucinatoria. Y a la inversa, la alucinación es siempre la expresión de un deseo. La fórmula consagrada es la siguiente: la alucinación es un modo en el cual el deseo se realiza. El deseo puede realizarse de otras maneras. Otros productos psíquicos realizan o cumplen el deseo, pero la alucinación es, tal vez, el más típico, el más puro.
Y añado que si hoy abordo el problema de la alucinación bajo el ángulo del deseo, también habría hablado de la alucinación si el tema hubiera sido el deseo. Porque en el momento en que Freud formula la noción de deseo recurre al concepto de alucinación o, más exactamente, de: realización alucinatoria del deseo.
En resumen, desde un punto de vista clínico cara al paciente alucinado, se trata de pensar el deseo como un estado de falta y de privación que favorece la alucinación; y desde un punto de vista más teórico, pensar la alucinación como el modelo teórico más acabado de una realización del deseo.
Antes de pasar a la pizarra, una precisión muy importante: este estado de deseo que está en el origen del fenómeno alucinatorio es el estado que nosotros tratamos de recrear en el marco de la cura psicoanalítica.
Vamos a la pizarra:
Esquema explicativo de la alucinación como realización del deseo que nos servirá de base para explicar los otros dos aspectos subjetivos que son el Moi y la certeza.
El aparato psíquico es un doble del aparato reflejo.
Ahora, pueden cubrir este dibujo con un papel de calco y colocar una cruz en el lugar de cada elemento. Es decir, lo que van a hacer es sustituir la realidad de cada elemento por una huella dejada en la memoria.
Privamos al aparato reflejo de su realidad externa. ¿Qué es el deseo? El deseo es un estado de tensión psíquica interna, que pretende resolverse con una respuesta virtual, con una descarga virtual que puede atenuar la tensión pero que no la hace desaparecer realmente. La tensión está siempre ahí. Para el psicoanálisis, nuestro aparato psíquico está constantemente en estado de tensión.
En otros términos: nuestro aparato psíquico está siempre en estado de deseo. De un deseo que no llega a satisfacerse, ya que las descargas son más o menos virtuales. Deseo insatisfecho pues. Bien, la alucinación es una solución virtual, una tentativa de resolver el deseo. Ahora bien, como el deseo está siempre insatisfecho, decimos que la alucinación es la realización de un deseo insatisfecho.
He aquí el primer resultado de un esquema que sitúa la alucinación en un punto de vista metapsicológico. Modifiquémoslo ahora para introducir el Moi, más exactamente, una operación, un movimiento del Moi que se revelará decisivo en la mayoría de las teorías de la alucinación influenciadas por la teoría freudiana: me refiero al mecanismo de proyección. Henry Ey y Claude –según sus escritos– harán del mecanismo de proyección el concepto que reúne, a su entender, la diversidad de las formas alucinatorias.
Ahora bien, es Freud el primero que establece las bases del concepto de proyección. Y es Lacan quien, a partir del concepto de proyección, forjará lo que a menudo oímos hoy pero no siempre usado de forma apropiada, a saber: el concepto de forclusión.
En un pequeño texto de una notable precisión, Freud trata de explicar el mecanismo psíquico que provoca una alucinación auditiva y visual, en una Joven alcanzada por un episodio de «confusión alucinatoria». En este trabajo, Freud pone las bases del concepto de proyección o de rechazo.
El moi (aparato psíquico) trata de resolver la tensión del deseo no intensificando ni sobreinvistiendo la imagen-recuerdo, sino utilizando un medio demasiado violento y excesivo: el rechazo de la imagen al exterior, afuera. Él (Freud) no utiliza el término proyección —utiliza el término Rechazo.
Este movimiento desesperado del Moi es una tentativa de deshacerse del penoso dolor del deseo; podemos incluso decir que es una tentativa de curación, una tentativa desafortunada de autocuración. Freud la llama Defensa —y considera la psicosis una enfermedad provocada por el propio Moi, en la tentativa de deshacerse del dolor del deseo.
Entonces ¿cómo concebir la alucinación?
Pues bien, la alucinación es el retorno desde fuera, bajo la forma de una imagen percibida —acústica o visual– de la representación del deseo penoso que ha sido expulsado fuera de mí. Es exactamente esta la definición que da Lacan de la Forclusión: el mecanismo de exclusión de un elemento simbólico que reaparece en lo real. La alucinación puede entonces definirse, desde el punto de vista lacaniano, como: la aparición en lo real de un elemento excluido de lo simbólico.
Podemos, pues, concluir diciendo que la alucinación es la expresión clínica de una defensa del Moi contra el dolor del deseo.
- Antes —desde un punto de vista teórico, metapsicológico— dijimos: es la expresión de un deseo.
- Ahora —desde un punto de vista más psicopatológico— decimos: es la expresión de una lucha del Moi contra el deseo.
Para precisar mejor el movimiento de proyección —y llegar en seguida al tercer elemento (la certeza)– tomamos el ejemplo de la alucinación onírica descrita por Freud, en su texto Complemento a la teoría del sueño. Este texto, en el cual Freud subraya la importancia del factor conciencia como tema de Investigación, al que deben consagrarse quienes se dediquen a la investigación del sueño, fue comentado a este respecto por H. Ey.
La certeza del alucinado
La búsqueda de una definición moderna de alucinación debería empezar por el retorno a la vieja, pero excelente, definición de Esquirol (1817): “Un hombre que tiene la profunda convicción de que percibe una sensación en ese momento, cuando ningún objeto externo —que pudiera excitar esa sensación— está al alcance de sus sentidos (puede haber objetos interiores que provocan un dolor que no es alucinación), está en un estado de alucinación.”
Muchos autores de nuestro tiempo han vuelto a esta definición y la aceptan como la mejor base que haya podido darse. Pone el acento en la parte subjetiva, el aspecto sobre el cual convergen: Bergson, Janet, Ey. Lacan. ¿Por qué? Porque introduce el asunto de la certeza o convicción —creencia delirante. Es decir que nos hallamos en presencia de un sujeto dividido entre el que vive, extrañado, su alucinación como fenómeno intermitente, extraño a sí mismo, y el que es atrapado por la alucinación, absorbido por ella.
¿A qué nos lleva la certeza del alucinado?
Esquirol habla de convicción de una sensación sentida, cuando no hay percepción. Otros hablan de convicción de la realidad de la cosa alucinada. Nosotros diremos que la certeza —convicción inquebrantable— lleva a:
- La exterioridad de la cosa alucinada, y a partir de aquí, a la existencia; la cosa existe porque se sitúa fuera de mí.
- La existencia de la cosa alucinada: una existencia que no es el resultado de un juicio. La fórmula sería: las voces, por ejemplo, él cree en su existencia. La cuestión para el soñador o alucinado no es saber si el objeto de su visión es real o no. Existe —eso es todo.
- El sentido de la cosa alucinada: él cree lo que las voces le dicen. La fórmula sería: las voces, él las cree. Lo que interesa al alucinado no es cómo ni por qué hay voces, sino escuchar lo que le dicen o, al contrario, no escucharlas.
- La certeza de la dirección (Intención): no es sólo la profunda convicción de que las voces existen fuera de mí, sino también que ellas sólo existen para mí, en el sentido de que ellas se dirigen antes que a nadie y sobre todo a mí. La realidad de la alucinación no se define según el criterio de verdadero o falso, sino siguiendo este elemento de la dirección (o intención). Podríamos definir la realidad alucinada como esa realidad que me llama, que significa algo y me significa. En la alucinación no sólo hay una investidura libidinal de una imagen-recuerdo, sino que somos el objeto de una investidura libidinal que viene de fuera. Forjamos una imagen que nos hipnotiza a nosotros mismos.
El alucinado ama su alucinación como a sí mismo.
Retengamos, desde el punto de vista psicoanalítico, tres aspectos esenciales:
- el tema del deseo,
- el tema de la proyección,
- el tema de la certeza.
J.D. Nasio
Traducción: Nati Torres
(Conferencia dictada en noviembre 1990 por Juan-David Nasio en el Seminario de Psiquiatría biológica, dirigido por el profesor H. Loo. Hospital Psiquiátrico de Sainte Anne. París. Traducida por Nati Torres y publicada con la autorización del autor en Apertura, Cuadernos de Psicoanálisis, nº 7.)
Hacia el ombligo del sueño
Hacia el ombligo del sueño
El presente trabajo se propone realizar un recorrido por La Interpretación de los sueños de Sigmund Freud, considerada obra fundacional del psicoanálisis como tal, siguiendo resumidamente sus lineamientos teóricos esenciales en el intento de situar finalmente lo que el autor designó allí el “ombligo del sueño” bajo la égida de su primer ordenamiento metapsicológico.
Obra fundamental en la que al centrarse en el análisis de sus propios sueños, y tras sus primeras experiencias en el tratamiento de los fenómenos neuróticos, especialmente histéricos, distingue lasparticulares leyes que rigen el funcionamiento inconsciente, bien diferentes a aquellas que comandan los fenómenos conscientes. Es decir que las formaciones del inconsciente poseerán para Freud una lógica en común, lógica que el autor aborda y demuestra a lo largo de su obra en los síntomas neuróticos, los sueños, los actos fallidos y el chiste. Todas ellas se hallan organizadas de acuerdo a las leyes que Freud deslinda aquí, en su obra fundamental sobre el sueño, y la clave del análisis sistemático de las producciones oníricas radicará en el reconocimiento de estas leyes estructurales comunes.
En la introducción del capítulo VII titulado Sobre la Psicología de los procesos oníricos Freud deja en claro que el propósito de su indagación en el mundo de los sueños consiste en obtener o fundamentar “una inferencia acerca de la construcción y el modo de trabajo del instrumento anímico…para este fin deberá conjugarse lo que el estudio comparativo de toda una serie de operaciones psíquicas arroje como elementos de constancia necesaria"[1].
Allí donde otros desestimaban al sueño en términos de residuo cerebral sin relevancia, de contenido arbitrario, Freud lo supone un acto psíquico de pleno derecho, poniendo en valor el determinismo psíquico, la naturaleza tendenciosa del sueño y, en ese mismo movimiento, ubica al sueño, abordado como texto cifrado que atesora la verdad subjetiva del soñante, en la serie de las formaciones del inconciente que interesan al psicoanálisis.
Capítulo a capítulo, Freud irá desarrollando los mecanismos presentes en los sueños para concluir que las leyes del funcionamiento psíquico inconsciente se rigen por lo que denominará el proceso primario, característico de dicha instancia tanto para el funcionamiento del sueño como del aparato psíquico en general.
Esta constatación de lo inconsciente como fenómeno universal, no circunscrito a lo patológico, es uno de los grandes aportes del descubrimiento del trabajo del sueño. Al ser el sueño una experiencia de todos, un fenómeno universal, con su estudio sistemático, el psicoanálisis deviene un método que permite revelar el sentido de todas las producciones del inconsciente (no sólo las articuladas al sufrimiento o a lo patológico) en el caso por caso, apuntando a la singularidad radical de cada sujeto en análisis.
Freud reconoció hasta en sus últimos textos la importancia que el estudio sobre los sueños comportó en el avance de su teoría. En 1933, refiriéndose a la doctrina de los sueños, dice: "Ella ocupa en la historia del psicoanálisis un lugar especial, marca un punto de viraje; con ella el psicoanálisis consumó su transformación de procedimiento terapéutico en psicología de lo profundo. desde entonces, sin duda alguna, la doctrina de los sueños ha permanecido como lo más distintivo y propio de la joven ciencia"[2].
Una lógica de lo aparentemente ilógico. La vía regia de acceso al Inconsciente
En un movimiento profundamente original, Freud otorga valor psíquico a un fenómeno que, hasta ese momento era considerado por las concepciones teóricas dominantes de la época como un residuo de la actividad cerebral, resto meramente biológico irrelevante sin implicaciones psicológicas. Es Freud quien rompe esta línea de pensamiento mediante la elaboración de armazón teórico con el que explica su particular lógica demostrando que la actividad anímica no cesa al dormir. Abandonada la vigilia, continuamos siendo influidos por la dinámica de nuestras pulsiones, que pugnan por expresarse, y en las producciones oníricas lo hacen deformadamente. Es que al dormir se produce una regresión a los modos más primitivos de satisfacción y de representación del soñante, por lo que tal satisfacción se cumple, en base a un miramiento por la figurabilidad, de manera alucinatoria. Los sueños están regidos entonces por el principio de placer y constituyen la realización de deseos infantiles inconscientes. Se desprende entonces claramente la hipótesis freudiana según la cual el sueño es una producción del inconsciente que disfraza su significado para que se diga a pesar de la censura.
En este sentido, al final del capítulo VII de dicha obra, Freud señala que los sueños son “la vía regía para acceder a lo inconsciente”[3] dado que su análisis conforma un método de indagación sobre la vida anímica, medio poderoso para contactar afectos e ideas que permanecían fuera de la conciencia, lo cual permite elaborar, interpretar y comunicar los deseos y mociones más reprimidos en el devenir de un análisis.
Para el psicoanálisis los sueños también constituyen una formación de compromiso entre dos instancias: El sistema Inconsciente, reservorio de los deseos reprimidos y el sistema consciente, a cargo, entre otras cosas, de censurar sus expresiones.
Además, en los sueños las palabras son tratadas como cosas; por lo que pueden ser considerados como un acertijo o enigma gráfico, ya que el contenido onírico suele estar sobredeterminado por varios deseos condensados y por restos diurnos.
De forma que, los sueños escenifican deseos indestructibles que brotan de las huellas de la vida infantil a las que un sujeto ha quedado fijado y tiende a regresar.
Freud señala que los sueños poseen, por un lado, un contenido manifiesto, es decir, el texto o relato narrado en la sesión, constituido por representaciones que a veces presentan en apariencia una serie de incongruencias y por otro, un contenido latente, aquel que se oculta tras el aparente sinsentido manifiesto del sueño. De modo que, los pensamientos latentes, fantasías inadmisibles, deseos inconfesables y restos diurnos, se transforman en un contenido difícil de reconocer para la consciencia bajo su lógica.
Todo ello se conoce como trabajo de la elaboración onírica en el que intervienen ciertos mecanismos elementales que constituyen sus contenidos y que son propiciados por la censura, cuya función es conminar al enmascaramiento de los deseos inconscientes, resortes del sueño, para que sean irreconocibles ante la consciencia.
Entre los principales mecanismos operantes en el trabajo del sueño resaltan: La condensación, que permite a que una representación simbolice en sí misma varios elementos de la cadena asociativa; el desplazamientoque hace que la intensidad del afecto que acompaña originalmente a una representación se dirija a otra de menor intensidad, al punto que así pueden surgir incluso representaciones contrarias a los afectos originales; la elaboración secundaria que refiere a tendencia psíquica de recubrir las lagunas del sueño para darle una mayor coherencia narrativa y le permiten al paciente narrar el contenido manifiesto con cierta cohesión.
La producción onírica comienza ya durante el día, alimentada por los restos diurnos, es decir, percepciones, fantasías y pensamientos preconscientes. A su vez, para su causación, los sueños toman el camino de la regresión, con el fin de atraer todo tipo de recuerdos, percepciones y representaciones como cargas visuales.
Por tanto, en la producción onírica interviene lo que Freud da en llamar el miramiento por la figurabilidad, es decir, el aspecto inconsciente que hace que todas las significaciones por muy abstractas que sean, se expresen por medio de imágenes.
Por otra parte, Freud es contundente al afirmar que aunque en ciertas ocasiones resulte paradójico para el soñante en cuestión, el sueño es una realización de deseo. Es decir, que la fuerza impulsora y principal de los sueños emana del sistema inconsciente, el resorte de la producción onírica lo constituyen los deseos sexuales infantiles e indestructibles que han sucumbido a la represión pero que se enlazan a ideas preconscientes y a las vivencias cotidianas.
De modo que, la interpretación del sueño no consistirá en agregarle un significado preconcebido, su interpretación se da en virtud de las asociaciones del propio analizante y su singularidad. Desde la perspectiva del psicoanálisis, los contenidos manifiestos se interpretan a partir de la particularidad de cada analizante en el seno del dispositivo analítico, bajo transferencia, y en base a la regla fundamental, es decir, la invitación a que el paciente hable, que diga todo aquello que se le venga a la mente, así le parezca absurdo, inoportuno o incluso le de vergüenza, sin ejercer juicio ni desestimación.
Muchos años después, en 1964, Jacques Lacan hará un señalamiento crucial e instructivo respecto a aquello a lo que debe apuntar el trabajo de interpretación, nos dirá: “El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto”[4].
La realización de deseos inconscientes. El papel de los restos diurnos. El problema de los sueños traumáticos.
Recordábamos previamente que Freud, luego de culminar la interpretación del paradigmático sueño de la inyección de Irma, afirma sin titubeos que "una vez llevada a cabo la interpretación completa de un sueño, se nos revela éste como una realización de deseos"[5], y seguidamente dedica un capítulo explícitamente a desarrollar esta idea.
Desde la sencilla comprobación de esta aseveración en los sueños infantiles, hasta su reafirmación en los sueños de angustia, Freud no estableció excepciones a dicha regla.
Divide los sueños en aquellos que mostraban francamente la realización de deseos, especialmente los infantiles, y aquellos otros en los que la censura provocaba que apareciesen disfrazados[6], ofreciendo diversas interpretaciones a los casos aparentaban constituir excepciones a la regla; por ejemplo, aquellos sueños en los que la no realización de un deseo significa la realización de otro[7], también plantea la posibilidad de la coexistencia de varios sentidos en los sueños[8], de modo que podrían yuxtaponerse varias realizaciones de deseos. También hablará de los sueños en tanto defensa frente a la angustia en aquellos sueños angustiosos que provocan el despertar del soñante. De cualquier modo, sobre su procedencia no deja lugar a dudas, sostiene, para todos los casos, el origen inconsciente e infantil del deseo representado en el sueño[9].
Esta concepción condiciona su perspectiva acerca del papel del resto diurno en la formación del sueño. Para Freud, los deseos insatisfechos de la vigilia contribuyen a provocar el sueño, pero no logran formarlo por sí mismos, para ello siempre será imprescindible su conexión con deseos inconscientes. La fuerza del sueño, su resorte siempre emana del campo pulsional inconsciente. En este sentido los restos diurnos son, en todos los casos, de importancia secundaria, siendo la fuerza pulsional inconsciente el motor de la formación del sueño, les atribuye el papel de meros desencadenantes o acompañantes de los deseos inconscientes infantiles: "imagino que el deseo consciente sólo se constituye en estímulo del sueño cuando consigue despertar un deseo inconsciente de efecto paralelo con el que reforzar su energía"[10].
Utilizando la metáfora del socio industrial y el capitalista[11] para distinguir entre fuente y motor del sueño, dando cuenta del diferente papel de los restos diurnos y los deseos infantiles en la formación del sueño. El resto diurno sería así el socio que aporta la idea y que desea explotarla, pero nada puede hacer sin que el capitalista, los deseos infantiles inconscientes, asuma los gastos de inversión, en este caso, los gastos psíquicos necesarios para la formación del sueño. Sostiene que se produce una transacción mediante la cual los restos diurnos toman la fuerza necesaria del deseo inconsciente y, a su vez, éstos los utilizan como el medio imprescindible para acceder a la conciencia[12], "...el gasto psíquico necesario para la formación del sueño es siempre, cualquiera que sea la idea diurna, un deseo de lo inconsciente"[13]. Afianzando aún más esta afirmación, plantea la condición de indestructibilidad de los deseos inconscientes[14].
El ombligo del sueño
La asimilación de lo estudiado sobre los sueños en los primeros capítulos a la generalidad de los fenómenos psíquicos se plasma de modo fundamental en el mencionado capítulo VII, donde presenta su hipótesis global del funcionamiento del aparato psíquico, estableciendo los principales mecanismos intervinientes y desarrollando su teoría acerca del funcionamiento de la memoria. Respecto a esta última, el singular tratamiento que Freud hace del olvido, aplicado al sueño lo lleva a plantear que “no conocemos el sueño que pretendemos interpretar; más correctamente: no tenemos certidumbre alguna de conocerlo tal como en realidad fue”[15]. Y en este punto es clara la referencia a la noción freudiana de huella mnémica y el planteo de la realidad en tanto realidad psíquica. Al respecto, Lacan en su Seminario 2 dirá, “La degradación, incluso el olvido del texto del sueño importan tan poco, nos dice Freud, que aunque de él no quedara más que un solo elemento, un elemento del cual se duda, la puntita de un fragmento, la sombra de una sombra, podemos seguir adjudicándole un sentido. Es un mensaje. El mensaje no se olvida de un modo cualquiera (…) una censura es una intención”[16].
Habiendo postulado al sueño como un texto sagrado[17] y ahora avanzando en la lógica del trabajo de su interpretación a la luz de la hipótesis del determinismo psíquico y su encadenamiento, Freud abordará a la interpretación del sueño en términos de urdimbre[18]. Y es aquí que señala que tal trabajo simbólico interpretativo encuentra su límite, un punto de incompletud, el llamado ombligo del sueño. Previamente, en una nota al pie presente en el capítulo 2, nos había regalado esta hermosa referencia: “Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido”[19].
Ahora se referirá de manera más precisa a la dimensión inefable, umbilical del sueño en estos términos: "Aun en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco, han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como el hongo de su micelio"[20].
El ombligo del sueño, punto de detención de las asociaciones, límite al trabajo de interpretación, punto opaco respecto al sentido, quedará delimitado entonces como el lugar de lo incognoscible en la trama desde donde emerge el deseo como el hongo de su micelio.
La referencia de Freud a este asentamiento del sueño en lo no conocido será luego retomada por Lacan en varios momentos de su enseñanza, señalando allí un punto de imposibilidad que se aísla del y por el trabajo interpretativo, "La relación de este Urverdrängt, de esto reprimido originario… creo que es a eso a lo que Freud vuelve respecto a lo que fue traducido muy literalmente como ombligo del sueño. Es un agujero, es algo que es el límite del análisis. Esto tiene evidentemente algo que ver con lo real, que es un real.”[21]. Es decir, aquello contra lo que se tropieza de lo más real de la relación del sujeto soñante con el deseo y el goce, un punto de (des)encuentro estructural con una falla en el saber sobre estas cuestiones de la ex- sistencia.
En la clase 8 del 19 de febrero de 1974 de su Seminario 21, Les non dupes-errent o Les noms du père, Lacan también nos ofrecerá esta preciosa reflexión sobre el alcance de lo enunciado por Freud al respecto, con la que me gustaría cerrar el presente trabajo: “...todos sabemos porque todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce "troumatismo" (troumatisme) Uno inventa. Uno inventa lo que puede, por supuesto"[22].
Artículo de María Sette
[1] Freud, Sigmund, La Interpretación de los sueños, en Obras Completas, Volumen V, en Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, p.506.
[2] Freud, Sigmund, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, en Obras Completas, Volumen XXII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, p.7.
[3] Ibid, p. 597.
[4] Lacan, Jacques. El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina, p.219.
[5] Ibid, p.141.
[6] Ibid, p.543.
[7] Ibid, p.169.
[8] Ibid, p.232.
[9] Ibid, p.546.
[10] Ibid, p.553
[11] Ibid, p.553
[12] Ibid, p.555.
[13] Ibid, p.553.
[14] Ibid, p.569.
[15] Ibid, pag.507.
[16] Lacan, Jacques, El seminario de Jacques Lacan : libro 2 : El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica.- 1ª ed. 11° reimp.- Buenos Aires, Editorial Paidós, 2008, p. 191-192.
[17] Ibid, p.508.
[18] Ibid, p. 519.
[19] Ibid, p. 132.
[20] Ibid, p. 519.
[21] Lacan, Jacques, Respuesta de Jacques Lacan a una pregunta de Marcel Ritter, 26 de enero 1975, Inédito. Versión digital en https://marioelkin.com/blog-respuesta-a-una-pregunta-de-marcel-ritter-jacques-lacan/
[22] Lacan, Jacques, Seminario XXI Los no incautos yerran o Los nombres del padre, Clase del 19 de febrero de 1974, Inédito, traducción de Rodríguez Ponte, Escuela Freudiana de Buenos Aires.